Madre, yo quiero ser costalero, no lo llevo en la sangre
sino en el alma. Yo quiero llorar mi pena y sentir sobre mi cuerpo el peso del
Nazareno. Yo quiero hacer penitencia sin costal, faja, ni esparto; y que sean
mis pies descalzos los que lleven al Cristo desde El Monte de los Olivos hasta
El Calvario.
Madre, yo quiero ser costalero, no tengo talla, ni cuerpo;
solo la fuerza de mi fe me acompaña. Yo quiero estar a sus pies, debajo de su
Cruz, y oír sus palabras hasta que la tierra tiemble con su último aliento. Yo
quiero llevarlo al sepulcro después, amortajar su santo cuerpo y esperar junto
a Él, la Gloria de Resurrección.
Madre, yo quiero ser costalero, aunque no tenga hermandad ni
cofradía. Yo quiero llevar a Nuestra Señora, acompañar a la Virgen y cantar
debajo de su palio salves a María. Yo quiero estar cerca de Ella para con mis
manos arrancar sus puñales, secar sus lágrimas y mirar los ojos que me miran
cada Semana Santa en Sevilla.
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